Diferencias de criterio en la recuperación de las piezas del British Museum

Diferencias de criterio en la recuperación de las piezas del British Museum

El robo de numerosas obras al museo londinense que se desveló la semana pasada sigue dejando muchos interrogantes. ¿Cuántas obras se han sustraído? ¿Por qué no han hecho público el listado concreto? ¿Cómo ocurrió exactamente el robo? De momento, la investigación sigue su curso y las respuestas solo llegan a cuentagotas.  TEXTO: Fernando Rayón

El Comando de Delitos Económicos de la Policía Metropolitana de Londres que investiga la desaparición de las obras robadas del British Museum no quiere distribuir imágenes de los objetos sustraídos por el empleado del museo porque piensa que ello podría dificultar su recuperación. Entre las piezas, datadas entre el siglo XV y el XIX, figuran joyas de oro, cristal y piedras preciosas. El miedo de los investigadores es que los compradores, al enterarse de que han adquirido obras robadas, las hagan desaparecer o las vendan troceadas en el mercado negro. Por eso, la policía ha preferido seguir la pista a las plataformas donde se han vendido dichas obras.

Según The Telegraph, algunos de los objetos desaparecidos de los almacenes durante un largo periodo de años “aparecieron a la venta en eBay ya en 2016″. Sin embargo, hay quien piensa –y los medios de comunicación recogen esta batalla por la recuperación–, que urge que la opinión pública conozca la relación completa de las piezas por una cuestión de transparencia, que también podría implicar que otras obras se devolvieran.

Por otro lado, tal y como adelantó en jueves pasado The Times, el acusado ya ha sido despedido del museo. Peter Higgs es un doctor en Arqueología de 56 años que comenzó a trabajar en la institución en 1993; escribió las guías que han acompañado a algunas de las grandes exposiciones organizadas por el British en los últimos tiempos y es especialista en escultura griega del periodo helenístico.

Uno de sus hijos, Greg, de 21 años, defiende la inocencia de su padre. «Confiaban en él para muchas cosas. Y de pronto, no sé qué cambió. Está devastado porque este es el trabajo de toda su vida, nunca he conocido a nadie tan apasionado con lo que hacía. Es un experto mundial en su campo», ha declarado.

Al margen de la estrategia de los investigadores, en el museo londinense siguen analizando las medidas de seguridad que fallaron para que un robo de estas características se prolongara durante tantos años. El director del centro, Hartwig Fischer, a punto de abandonar el cargo, ha visto cómo todas las medidas fallaron para detectar un hurto de esta naturaleza. Pero en los almacenes estaba la clave. Y en la vigilancia al propio personal del museo. El enemigo no venía esta vez de fuera, sino que –como en los peores casos– estaba dentro.