Sebastiano Mazzoni. «Muerte de Cleopatra» (hacia 1660). Pinacoteca dell´Academia dei Concordi, Rovigo
CLEOPATRA, REINA DE EGIPTO
Ella fue Cleopatra VII Tea Filópator –la diosa que ama a su padre– reina de Egipto (51-30), hija de Ptolomeo XII y quizá de Cleopatra Trifena, probable esposa de Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV, una de las mujeres más fascinantes de la historia de la humanidad, creadora de un imperio, amante de los hombres más poderosos de la época, ingeniosa, capaz de enfrentarse con la todopoderosa Roma y con un trágico final que casaba bien con su agitada vida. Se dice de Cleopatra que su belleza no era tal que deslumbrase, “pero su trato tenía un atractivo irresistible y su figura, favorecida por la gracia de su palabra, impresionaba profundamente. Cuando hablaba su voz tenía una agradable dulzura que se acomodaba a la lengua que utilizaba. No necesitaba de intérpretes. Hablaba por igual a etíopes, trogloditas, árabes, sirios medos y persas”.
Pues a esta Cleopatra, que nada tiene que ver con la imagen frívola que a veces nos llega de ella, está dedicada la exposición Cleopatra y la fascinación de Egipto que se presenta en la gran sala del Centro Arte Canal. Se han reunido 400 piezas cedidas por 80 museos nacionales y extranjeros que sus comisarios, los profesores Giovanni Gentili y Martín Almagro-Gorbea, han repartido en seis ámbitos. Todo empieza en el jardín con la gran figura de un gato negro, el animal sagrado para los egipcios, que gustaba particularmente a Cleopatra. Y ya dentro del edificio, el visitante comienza su itinerario tras pasar por la reproducción de la puerta de un templo, no sin antes echar una mirada a la cabeza-retrato de Cleopatra –un vaciado del s. I–, desgraciadamente sin nariz, por lo que no es posible confirmar esa belleza que tanto ha dado que hablar.
La exposición se ha organizado con un gran rigor científico y el montaje es, en verdad, brillante. Los objetos que presenta son valiosos y también los hay curiosos como el atrezzo y vestuario que empleó Elisabeth Taylor en la célebre película que protagonizó junto con Richard Burton.
La puerta se abre a un breve pasillo guardado por dos esfinges que rememora un camino junto al Nilo bordeado de nenúfares y de un mosaico-friso nilótico. Una bandada de pájaros en pleno vuelo, que cuelga del techo, indica el camino que hay que seguir. Y luego, Egipto en todo su esplendor. Para no perderse hay que seguir el itinerario marcado. Un buen recuerdo para los desmemoriados es dar con la lista de los faraones ptolomeos, la dinastía que gobernó el país desde la muerte de Alejandro Magno hasta el año 30 a.C., cuando se convirtió en provincia romana tras la muerte de Cleopatra. Este ámbito, el de los ptolomeos, es tal vez el más amplio. En las vitrinas se exponen multitud de objeto: estatuillas y retratos en mármol de Alejandro Magno, tetradracmas del siglo I –que Martín Almagro calificó de verdaderos tesoros– hechos en plata, oro y bronce, con la esfinge grabada de los ptolomeos, junto al anillo en oro y granate con el retrato de Ptolomeo XI Soter II, vasos canopes, sarcófagos… Hay además un espléndido vídeo sobre la creación de Alejandría, la capital de la dinastía y una reproducción a escala de la capilla Adikhalamani, que a los madrileños les puede interesar de modo particular, ya que era la del templo de Debod. La decoración perdida se reproduce ahora gracias a un trabajo minucioso de investigación, incluso se ha añadido el contenido de los jeroglíficos. Al entrar a la sala suena una musiquilla que suponemos producida por sistros.
Quedan aún más cosas para ver. Por ejemplo el busto de Marco Antonio, a quien se le describe de “barba poblada, frente ancha, nariz aguileña, aspecto de Hermes, túnica ceñida a las caderas y tosco manto”; las figuras de Julio César, Pompeyo, Augusto y ¡al fin! una Cleopatra con nariz, luciendo el tradicional tocado de buitre. Es de arenisca, del segundo tercio del Ssglo I. En las salas finales se pueden contemplar cuadros con escenas sobre la muerte de la reina, causada por la mordedura de un áspid, y entre un juego de luces y sombras el sobrecogedor ruido que produce el animal en su ataque.
Abierta hasta el 8 de mayo de 2016. María Pura Ramos.