Clara Peeters. «Bodegón con frutas y flores». Hacia 1612-1613. Ashmolean Museum, Oxford.
CLARA PEETERS, UNA PIONERA DE LA PINTURA
A lo largo de la historia muy pocas mujeres se han podido dedicar a las Bellas Artes y así conocemos muy pocos casos como el de Catharina van Hemessen (1527/8-1560), Sofonisba Anguissola (h.1532-1625), Artemisia Gentislechi (1593-1654), hija de Orazio Gentileschi, y el caso de Clara Peeters (1588/90-, pionera en el campo de la naturaleza y también en ser una de las pocas mujeres que se dedicaron a la pintura en la Edad Moderna, en una época como el siglo XVII, donde no se favorecía la integración de la mujer en el mundo profesional, por lo que tenían que dedicarse al bodegón o al retrato, dado que los desnudos les estaban vetados.
Precisamente ahora el Museo del Prado acoge una exposición de Clara Peeters, coorganizada con el Museo de Bellas Artes de Amberes, en colaboración con el Gobierno de Flandes y que cuenta con el patrocinio de la Fundación AXA, benefactor de la pinacoteca española. En la sala D del edificio de los Jerónimos se pueden ver desde hoy quince obras de la pintora flamenca, seleccionadas por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del norte del Museo del Prado y comisario de la muestra, que ponen de relieve la delicadeza y la habilidad de una artista que pudo dedicarse en una ciudad como Amberes, con los prejuicios que había en esa época hacia las mujeres artistas, a una vida profesional con los pinceles. Solo se conservan cuarenta obras de una pintora que fue coetánea de Jan Brueghel el Viejo, de Rubens, Snyders y Van Dyck, entre otros, en un período álgido del arte europeo en ese entorno geográfico.
En el estilo de la pintora flamenca, tras observar detenidamente sus composiciones, hay un modo muy personal de ofrecer al espectador de su época, y aún de las nuestra, una serie de objetos y alimentos que nos resultan familiares, a pesar del paso del tiempo. Entre las obras expuestas, que abarcan poco más de 10 años- 1611/1621-, procedentes de colecciones particulares y de instituciones del norte de Europa, de Estados Unidos y del Museo del Prado, que atesora cuatro obras de Clara Peeters, vemos cómo la artista tiene la intención de querer fijar la apariencia de las cosas. Los cuchillos, en los que figura su firma y una marca en ocasiones de Amberes, las vajillas y objetos, casi siempre de lujo, junto a los panes, los pescados y otros alimentos que dispone sobre la mesa, son meros instrumentos para contrastar luminosidad y oscuridad, lo que confiere sobriedad a sus piezas.
A través de sus óleos podemos documentarnos de cómo eran las costumbres de las clases prósperas en Flandes y los Países Bajos en el siglo XVII como denota su Bodegón con pescado, vela alcachofas, cangrejos y gambas; otros dedicados a la caza y a los panecillos con queso, frutas y frutos secos, y esa serie de platas doradas o jarra donde muchas veces se representa la artista reflejada o incluso lo hace en las tapas de las jarras, Hay una obra: Bodegón con flores, copas doradas, monedas y conchas, donde Clara Peeters refleja en la superficie de la derecha hasta seis autorretratos de sí misma en los que fija una imagen de artista con sus pinceles para que el espectador reconozca su existencia de pintora.
Su exquisitez compositiva puede confirmarse a través de Bodegón con flores, copa de plata dorada, almendras, frutos secos, dulces, panecillos, vino y jarra de peltre, un óleo sobre tabla de 1611, propiedad del Museo del Prado; en ese Bodegón con pastel, taza de plata con dulces, porcelana, conchas y ostras, pintado hacia 1612-3 y que pertenece a una colección particular rusa; un original Bodegón con pescado y gato, hacia 1612-1621, un animal que era una mascota en esa época y que se supone que era muy visto en los puestos del mercado en ese momento; y un delicado e íntimo Bodegón con dulces, granada, copa dorada y porcelana, hacia 1612, en la que Clara Peeters revela un gusto exquisito en la disposición de los alimentos y un gusto por la luz que ahonda en los reflejos de los elementos que incluye en el óleo. Y en la sala también se exhibe La alegoría del gusto, un óleo de Rubens y Jan Brueghel, el viejo, donde encontramos de forma abigarrada algunos alimentos, animales y objetos de porcelana en una representación idealizada de todo ese universo doméstico
Hasta el 19 de febrero de 2017. Julián H. Miranda