Antonio Ballester. Triángulos (Detalle). 2016. Acrílico sobre yute.
ANTONIO BALLESTER Y SU BÚSQUEDA DEL ORIGEN
La trayectoria plástica de Antonio Ballester (Madrid, 1977) es de un gran fecundidad y se caracteriza por la búsqueda constante de ofrecer a los aficionados al arte esa sorpresa y emoción constantes de alguien que conoce muy bien las vanguardias artísticas y los principales movimientos y artistas nacionales e internacionales del siglo XX y XXI. Ahora La Casa Encendida de Fundación Montemadrid presenta una singular exposición ¡Vivan los campos libres de España!, comisariada por Tania Pardo, profesora asociada del departamento de Historia del Arte III de la Universidad Complutense y responsable de exposiciones de la Casa Encendida. La propuesta gira en torno a la contemplación con ejes fundamentales en la representación de Antonio Ballester: la interpretación de la cultura popular, la geometría y ese modo de abordar la naturaleza.
El título de la exposición, frase del escultor Alberto Sánchez pronunciada durante una excursión por los alrededores del Madrid de entonces- hoy barrios de la periferia de la capital- junto al pintor Benjamín Palencia, es un homenaje a esos creadores que antes de la Guerra Civil investigaron, a partir de las primeras vanguardias, hasta adquirir una voz propia con los nuevos lenguajes que iban surgiendo en esas décadas de gran efervescencia creativa.
El montaje de las 30 pinturas de Antonio Ballester está planteado como un gran instalación, en torno a uno de los ciclos de la naturaleza: el otoño, y lo hace mediante la representación de la lluvia, el sol y la luna. Hay en todo el conjunto una pasión por las formas básicas de la geometría, en un claro homenaje a las vanguardias artísticas con una imaginería de gran belleza que recuerda a Paul Klee, a Josef Albers y a Joan Miró, pero que además nos sitúan en el contexto en el que surgieron dichos creadores y dichos movimientos artísticos.
En el recorrido de la exposición encontramos pigmentos de colores primarios en grandes composiciones de acrílico sobre yute sin tratar: Hoja, Amarillo, Rojo y otras con formas aparentemente infantiles como Árbol, Sol, Luna y Triángulos, que tienen la belleza serena hasta conformar un paisaje natural que brota de su interior.
Existe una honda preocupación por el medio ambiente, pero también por la educación, la psicología, la función del arte y la estética que revelan la posición del artista ante la vida. En ese discurrir por los ciclos de la naturaleza, que son también los de la vida, Ballester ofrece unos patrones nítidos no sólo de lo que acontece en el exterior (el medio natural) sino también dentro de nosotros (el mundo interior), con un campo de color cercano al espectador, lo que permite una interacción entre el creador y las personas que admiran esos grandes formatos.
En la secuencia narrativa laten formas depuradas que enlazan con la Escuela de Vallecas y con una manera de mirar que reivindica la esencia y el origen del arte, gracias a un lenguaje sencillo pero formal. En esas composiciones abstractas hay una simbología muy personal que busca constantemente reducir las formas, la paleta cromática y en el fondo las ideas para acercarse y acercarnos a lo que de más natural tiene el hombre.
La Casa Encendida, además de organizar una serie de actividades paralelas durante la exposición, ha editado una publicación que recoge una veintena de collages junto a textos del escultor, escritor y académico Juan Bordes; del comisario e investigador Ulrich Schötker; del profesor e historiador Rafael Sánchez-Mateos y de la comisaría Tania Pardo.
Hasta el 23 de abril. Julian H. Miranda