Adiós a Richard de Willermin, honestidad e integridad
El historiador falleció el pasado sábado a los 79 años, tras una vida dedicada al estudio de la pintura antigua. Nacido en Francia en 1944 y formado en el Courtauld Institute de Londres, llegó a España en 1973, donde desarrolló un trabajo vinculado al mundo del arte y de las subastas, primero en Alcalá y después en Abalarte.
TEXTO: Elisa D’Ors
Conocí a Richard (ver entrevista) en julio de 1997. En aquel momento él era uno de los mayores expertos de pintura antigua que había en España; yo una ignorante con entusiasmo. Pero nos caímos bien y esa primera corriente de simpatía mutua dio lugar a más de 15 años en los que tuve la suerte de trabajar a su lado. «Sabemos algo de pintura antigua –solía decir empleando generosamente el plural–, lo digo un poco inmodestamente».
Pero Richard no solo sabía de pintura antigua. Poseía una cultura vastísima. Además de hablar cinco idiomas, sabía de música –lo único que le gustaba más que la pintura–, de historia, de literatura… A esa envidiable cultura se unía una memoria prodigiosa. Cuántas veces, antes de entrar en una casa me decía: «Aquí ya estuve hace 30 años». Y describía con precisión el contenido. Y al entrar, estaba todo exactamente tal y como él me lo había contado. También recordaba con admirable nitidez cada ilustración de los libros y revistas de su enorme biblioteca.
Compartimos mucho más que un trabajo. Compartimos nuestra pasión por el arte y una manera de entender la vida. Apreciábamos las cosas con independencia de su valor económico. Muchas veces le oí repetir, citando a Oscar Wilde: «Un cínico es el que conoce el precio de todo y el valor de nada». Gracias a su inmensa generosidad aprendí todo lo que sé de pintura antigua.
Nuestra amistad sobrevivió a todos los avatares y zozobras por las que nos fue llevando la vida. Providencialmente, estuvimos hablando el día antes de su muerte. Creo que Dios se las arregló para regalarme esa despedida. «Cada vez paso más tiempo hablando solo», me dijo. «Ya sabes que quien habla solo, espera hablar a Dios un día», fue mi respuesta. Asintió. Pensé que tenía que buscar un hueco para pasar unos días en El Escorial hablando con él y escribir sus memorias. No pudo ser. Me consuela imaginar que parte de esas memorias quedarán en el recuerdo de los que tuvimos la fortuna de conocerle.
Sabemos de su sorprendente austeridad y absoluto desinterés por el dinero, cualidad que se asociaba misteriosamente con una generosidad que llegaba al despilfarro. Sabemos de su honestidad e integridad. Otros se enriquecieron con la pintura, él nunca lo hizo. Sabemos de su insobornable compromiso con la verdad y la libertad. Nunca he conocido una persona más libre, un carácter más indómito. Creo que precisamente por su absoluta independencia nunca tuvo un puesto importante en el mundo del arte como le hubiera correspondido.
Quiero terminar con las palabras que me envió ayer un gran amigo común: «Descansa en paz, querido Richard. Y gracias por tu magisterio y tu cariño. A sempre. A presto.»
La misa de acción de gracias por Richard será el martes 5 de marzo, a las 20:00 horas en la Iglesia de San Ginés.