Un secreter de José Canops, pareja de otro de El Pardo
El mueble esta hecho de madera de nogal y pino, posee tres cuerpos incluida una vitrina en el registro superior, como el escritorio conservado en el Palacio de El Pardo, y se fabricó en los Reales Talleres de Ebanistería y Bronce de España. La experta Mónica Piera Miquel data la pieza hacia 1770-1775, momento en que Mattia Gasparini y José Canops dirigían ambos Manufacturas de Carlos III.
Cuando el pasado mes de octubre Patrimonio Nacional adquiría la cómoda Gasparini, no solo recuperaba una preciada pieza del conjunto de sus antiguas colecciones reales, sino que además devolvía a nuestro siglo la actualidad de un trabajo exquisito y minucioso con nombre propio.
Mattia Gasparini fue un arquitecto y diseñador italiano del barroco tardío que trabajó al servicio de Carlos III. Su legado ha quedado escrito con letras de oro en tres salones del Palacio Real de Madrid, pero también en todos los muebles fabricados bajo su mandato en los Reales Talleres de Ebanistería y Bronce de la época. El diseñador italiano escogió personalmente a José Canops (Joseph Knopps) para ponerlo al frente de Ebanistería, así como a otros cuatro oficiales alemanes que integraban dicha Manufactura regia.
El monarca borbón creó estos Talleres para decorar las estancias palaciegas, por eso no extraña que la mayor parte de las piezas fabricadas allí se conserven en el Palacio Real de Madrid y los Reales Sitios de España. Sin embargo, entre sus clientes también se encontraba la nobleza y diversos miembros de la corte, de ahí la presencia de algunos de estos excelentes muebles en manos privadas (si bien son muy escasos).
Uno de ellos es precisamente el secreter de batiente con vitrina que aquí reseñamos. Apareció en el mercado parisino hace unos años y ahora se encuentra en Nueva York. Se trata de una pieza única que destaca por la profusión de maderas finas utilizadas: caoba, palo rosa, palo de violeta, palisandro y ébano entre ellas, además de por la calidad de la marquetería y los bronces.
El mueble, actualmente en Colnaghi, combina formas rococó –como las patas cabriolé, las superficies sinuosas y las rocallas–, con motivos más clásicos (es el caso del plumeado o el ramillete de flores con lazada).
La historiadora del arte Mónica Piera Miquel considera que “las maderas finas que conforman la marquetería del mueble responden a las especies que demanda el maestro ebanista del Real Taller, Canops, y que se encargan vía Lisboa porque no se localizaban en los almacenes de madera de Madrid”.
Una singular pieza, por tanto, salida de las Manufacturas Reales, que posee además tres de los elementos típicos de los talleres de Carlos III, únicos dentro del mobiliario del siglo XVIII español: pericia de la marquetería, calidad de los bronces y complejos sistemas de cierre.
En este caso, la tapa del escritorio esconde unas pletinas en forma de T que lo cruzan, de tal manera que al accionar una vuelta de llave se cierre el pestillo central, mientras que una segunda vuelta acciona un cuarto pestillo colocado en la parte baja de la tapa. Dicho mecanismo permite esconder unos cajones secretos en la base central del escritorio, ocultos tras una trampilla corredera que solo se libera cuando se da la segunda vuelta a la llave.
Según explica Piera Miquel, este mueble “no podemos atribuirlo a ningún artesano concreto dentro del Real Taller, ya que no firmaban ni han constado las obras concretas que realizaron cada uno de los ebanistas”. Sin embargo, sus similitudes con otros ejemplares como por ejemplo el escritorio conservado en el dormitorio número 2 de la suite principal del Palacio del Pardo (MU-69950P), demuestran que salió del mismo sitio.
De hecho, ambos escritorios podrían considerarse hermanos, dada su idéntica forma y construcción, “sobre todo en el diseño de marquetería y de bronces”. Aunque el trabajo parece realizado por diferentes manos, los motivos decorativos empleados en el centro de sendas piezas con ramilletes de rosas parecen seguir la misma plantilla, pero de forma invertida.
El mueble neoyorquino se encuentra en un perfecto estado de conservación, salvo algunos bronces de la parte inferior que han tenido que ser sustituidos. Apareció en 2017 en París, procedente de la antigua colección de Pierre y Paul Lebaudy, descendientes de una dinastía de industriales y financieros galos. Entonces figuraba como “gran mueble de encargo” y estaba catalogado como alemán del siglo XIX. Tres años después, y tras un estudio más minucioso, Mónica Piera Miquel le devuelve su originalidad española. SGM