Manuela Mena, premio Fundación Amigos del Museo del Prado
Anoche en el Museo del Prado tuvo lugar un acto entrañable, al que asistieron más de 300 personalidades del arte y la cultura, en torno a la figura de Manuela Mena (Madrid,1949), actual conservadora del área de Pintura del Siglo XVIII y Goya, que recibió el Premio de la Fundación de Amigos del Museo del Prado, una escultura de Blanca Muñoz, por toda su trayectoria académica y museística durante casi cuatro décadas en la primera pinacoteca española y una de las mejores del mundo, desde que obtuviera su plaza como conservadora de Dibujos y Estampas, y donde ha ido haciendo gala de transversalidad y versatilidad en los numerosos puestos desempeñados en el Prado, donde también fue subdirectora durante 15 años.
El presidente del Real Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez-Llorca, en una breve intervención mencionó el alto conocimiento que Manuela Mena tiene del Prado, «equiparable al amor que por él siente, la pasión que dedica al estudio de sus colecciones y el empeño con el que trabaja en hacerlas más cercanas a todo tipo de público». Y añadió que más allá de su sabiduría y de sus méritos llama la atención que Manuela posee todos los conceptos señalados por Max Weber para ser una líder carismática.
Por su parte, Carlos Zurita, Duque de Soria y presidente de la Fundación de Amigos del Museo del Prado, dijo que no se concibe el Prado sin Goya, y que tampoco sería muy posible entender a Goya sin la labor de Manuela Mena, a través del conocimiento íntimo del artista aragonés gracias a un estudio prolongado de todas sus aristas como creador. Además le agradeció que siempre haya colaborado con la Fundación de Amigos del Prado desde que iniciara su andadura en 1981 con numerosos proyectos expositivos, libros y ciclos de conferencias, como el curso que tendrá lugar la próxima primavera: El artista y la ensoñación de la naturaleza.
Miguel Falomir, director del Museo del Prado, alabó la concesión del Premio otorgado por la Fundación de Amigos del Prado porque supone un reconocimiento al compromiso que Manuela Mena ha tenido con el Museo y las aportaciones a la historia del arte. Ha sabido convivir con nueve directores del Prado a lo largo de 38 años, en los que se ha convertido en «la mayor experta mundial en Francisco de Goya, lo cual significa mucho siendo este uno de los mayores genios de la historia», pero no sólo porque su infinita curiosidad le ha llevado a transitar por artistas tan diversos como Sebastiano del Piombo, Murillo, Ribera, Turner, Manet, Hamilton o Bacon, entre otros, y esto último revela su vinculación con el arte contemporáneo y «su amplitud de miras y su apreciación del arte sin límites y sin cortapisas».
En la laudatio que hizo el catedrático de Historia del Arte de la Complutense, Francisco Calvo Serraller, primero ahondó en los méritos académicos y museográficos de Manuela Mena, que ha trabajado en unos años en los que se transformó el Museo del Prado para ser «hoy uno de los mejores museos históricos del mundo al margen de su formidable colección», y esa vivencia la ha hecho en una época difícil por lo que su figura se agranda por haber tomado un cierto distanciamiento, que le ha permitido tener una «perspectiva para afrontar los hechos contingentes».
Y sobre todo por tener una vida intelectual rica, insólita y variada, no solo en España sino también fuera de nuestras fronteras, al no haberse encasillado en un coto particular. Y buena prueba de ello ha sido su capacidad para relacionar el arte del pasado con el contemporáneo, con esa transversalidad y matices que configuran su trayectoria como historiadora, poseedora de una vocación visual siempre en búsqueda hasta aventurarse en los márgenes de lo conocido. Y concluyó diciendo que esa «perspectiva hace resonar al manantial del arte: la de emplazarse frente a cualquier obra con la penetrante mirada de quien no duda ni por un momento de que es uno mismo el protagonista de la obra que contempla».
En su respuesta a los ponentes anteriores, Manuela Mena, que dejará el Museo del Prado a comienzos de 2019 para afrontar nuevos proyectos, agradeció el Premio de la Fundación Amigos del Museo del Prado y desveló que en un primer momento declinó el honor de recibir este homenaje pero que su labor como investigadora le llevó a preguntar a Nuria de Miguel, secretaria general de la Fundación, qué persona había sugerido mi nombre y que al saberlo- no quiso desvelarlo- hizo que lo aceptara en reciprocidad a quien me había propuesto para el Premio. Y elogió los conocimientos de su amiga y gran experta en Goya, Juliet Wilson-Bareau, presente en el Auditorio del Museo del Prado.
Posteriormente realizó un recorrido pormenorizado de su llegada al Prado, cuando ella creía que su vocación inicial estaba en la Universidad, pero unas palabras de Diego Angulo tras consultar sus dudas sobre su ingreso en el cuerpo de Conservadores de Museos le animó al decirle a Manuela: «Si quiere usted cambiar las cosas, luche desde dentro ¡con todas las de la ley!», lo que hizo que se presentara a esas oposiciones que aprobó y de ese modo el Prado se cruzó en su vida. En ese tránsito por la memoria rememoró una cálida imagen de Sánchez Cantón, pintor y director del Prado, que ingresó en 1913 y que alcanzó la dirección en 1960, dedicándole casi seis décadas de servicio al Museo del Prado.
Su relación amistosa con Alfonso E. Pérez Sánchez, subdirector del Museo del Prado, y persona a quien Manuela Mena le enseñó su tesina de licenciatura en septiembre de 1971, y con el que trabajó varios años cuando ella entró en 1980. El contacto con Diego Ángulo, Xavier de Salas, José Manuel Pita Andrade y Federico Sopeña le enriquecieron antes y durante su primera etapa en el Museo. Y por supuesto a todos los directores que vinieron después: de nuevo Alfonso E. Pérez Sánchez, Felipe Garín, Francisco Calvo Serraller, José María Luzón, Fernando Checa, Miguel Zugaza y Miguel Falomir, estos tres últimos presentes en el homenaje, «con los que serví a esta institución».
Y puso como colofón un par de ejemplos para subrayar la dificultad que supone el conocimiento del arte, con dos citas de dos escritoras a las que admira, la primera de Marguerite Yourcenar en Memorias de Adriano, «incluso a Plutarco se le escapará siempre Alejandro», y la segunda escrita por George Sand en Historia de mi vida cuando la escritora francesa rememoraba su salida de España en 1808 porque como subrayó Manuela «muchas veces no logramos desentrañar la imagen que vemos, ni siquiera, en ocasiones, reconocer un objeto esencial para entender una escena, y no nos basta el placer, que tantos alaban, de disfrutar del color, de la belleza intrínseca del arte». Quizá Manuela Mena siga buscando el fondo de la obra de arte, la verdad, la vida y la libertad. Julián H. Miranda