Bartolomé Bermejo recuperado
La denominada «Piedad Desplá» del pintor cordobés ha sido recientemente restaurada, gracias al equipo liderado por Ana Ordóñez, restauradora-conservadora de la catedral de Barcelona, y al patrocinio de la Fundación Banco Sabadell.
Su puesta de largo tendrá lugar en la exposición monográfica que el Museo Nacional del Prado, en colaboración con el MNAC dedicará a Bermejo a partir del 9 de octubre.
En el año 1490 Bartolomé Bermejo (Córdoba, hacia 1440-Barcelona, hacia 1550) pintó su obra maestra, la Piedad de la catedral de Barcelona, también conocida como Piedad Desplá. Encargada por el canónigo archidiácono Lluis Desplá, la tabla se ubicó en la vecina capilla privada de su residencia, alojada en la parte alta de una de las torres de la puerta decumana de la antigua Barcino romana. Allí permanecía todavía en 1839, cuando el periodista y poeta Pablo Piferrer la redescubrió.
El proceso de restauración al que ha sido sometida gracias al patrocinio de la Fundación Banco Sabadell le ha devuelto, en palabras de Josep Oliu Creus, presidente del Banco Sabadell, «todo su esplendor, y ahora los visitantes que se acerquen a la catedral podrán contemplarla con todo lujo de detalles». A él se han sumado varios estudios técnicos.
Su puesta de largo tendrá lugar en la exposición monográfica que el Museo Nacional del Prado, en colaboración con el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), dedicará a Bermejo a partir del próximo 9 de octubre de 2018. Allí compartirá protagonismo con algunas de sus mejores creaciones, entre las que estarán Santo Domingo de Silos entronizado como obispo (1474-1477) propiedad de la pinacoteca madrileña, o San Miguel vendiendo al demonio (1468) de la National Gallery de Londres. Su puesta a punto ha corrido a cargo de Ana Ordóñez, restauradora-conservadora de la catedral de Barcelona. Supone un avance respecto a la anterior restauración de la Piedad, realizada en el año 1971, y de la limpieza superficial a la que fue sometida en 1985.
Bermejo, sabedor de la importancia del encargo, dejó constancia de su autoría y del año de ejecución en una amplia inscripción sobre el marco en caracteres latinos. No en balde, el poderoso arcediano Desplá comisionó la pintura coincidiendo con el inicio de la reforma de su arcedianato en 1490. El modo de representar el pasaje religioso supone ya en sí una muestra de plena significación religiosa del propietario, porque el canónigo y su referente espiritual –San Jerónimo– acompañan a la Virgen con el cuerpo de Cristo solo ligeramente retrasados y a igual escala humana. Además, tanto el donante como el santo alcanzan una especial sensación de contemporaneidad gracias al extremo realismo con el que fueron representados. El arcediano viste el hábito canonical de invierno y adopta una actitud contemplativa mientras una mariposa –alusiva tal vez a su alma– revolotea sobre su cabeza.
Una mirada atenta pone de manifiesto el agudo sentido naturalista con el que el pintor concibió el paisaje, a todas luces guiado por Lluis Desplá. El análisis minucioso de la naturaleza y de la fauna presentes en el paisaje testimonian que Bartolomé Bermejo probablemente empleó estampas y copió del natural muchas de las especies presentes en la pintura, hasta el punto de haber podido reconocerse 48 plantas, 3 hongos y 22 animales, muchos de ellos con una carga simbólica adicional.
Los estudios radiográficos (RX) realizados como paso previo a su restauración han permitido ver cómo las tres tablas que conforman la obra estaban unidas de origen a base de juntas de arista viva, sin espigas, protegidas con estopa adherida con cola animal. También se aprecia el sentido de fijación de los travesaños de refuerzo del tablero, que sigue la manera tradicional de trabajar en la Corona de Aragón durante el siglo XV. Por último, las placas radiográficas han demostrado la existencia de marcas o trazas de instrumentos de ayuda por parte de Bermejo para llevar a cabo el planteamiento de la obra, como huellas de compás y puntos de apoyo que utilizó para encajar los nimbos de la Virgen y san Jerónimo, así como incisiones para realizar los trazos de encaje del ropaje del arcediano Desplá. Tales procedimientos coinciden con los encontrados en las tablas del Descenso de Cristo al Limbo y la Resurrección de Bermejo conservadas en el MNAC.
La Piedad también ha sido objeto de análisis por reflectografía infraroja (RiR), gracias al cual se ha podido estudiar el dibujo subyacente, que fue realizado por Bartolomé Bermejo con pigmento negro de carbón aplicado al pincel. Los resultados obtenidos con esta técnica muestran, de manera muy clara, que el artista planificó previamente la composición y después la esbozó sobre el soporte con todo detalle.
Dibujó las figuras, los objetos, la arquitectura del fondo y la estructura básica del paisaje. No se han hallado evidencias del uso de estarcidos o de calcos para transferir el dibujo, lo que indica que el pintor planificó y concretó la composición a conciencia en otro soporte antes de trasladarla a la tabla.
El equipo encargado de este procedimiento ha recalcado además que el dibujo subyacente de la Piedad Desplá denota la solvencia y determinación adquiridas por el maestro en esta pintura tardía de su carrera.