EL ARTE DE ESCRIBIR

EL ARTE DE ESCRIBIR

Bellezas de la caligrafia de Ramón Stirling, 1864. BNE

EL ARTE DE ESCRIBIR

La Biblioteca Nacional cuenta la historia de la caligrafía española desde el XV a través de documentos, textos, grabados y estampas

La Biblioteca Nacional ha tenido el buen acierto de organizar esta exposición nada habitual, sobre caligrafía, que sus comisarios José María Ribagorda y Roberto Gamonal han tituladoCaligrafía española. El arte de escribir y caligrafía hoy. Del trazo al concepto. Un reconocimiento, en definitiva, al arte de la escritura en España. En varias vitrinas se han repartido documentos, libros, textos, grabados y estampas calcográficas, además de los útiles del calígrafo como son las plumas o los pinceles metálicos de acero, latón, chapa y madera. No falta el cálamo, el compás, los tinteros de cuerna, las salvaderas, las piedras litográficas, el rodillo entintador y muchas cosas más.

 

Entre estas muchas cosas que esta exposición enseña, están las muestras con sus historias de las escrituras más habituales. Son seis: bastarda, redondilla, grafo, latina, redonda de libro y antigua. Aprendemos que la latina se introdujo en nuestro país utilizada en el comercio; que la cursiva inglesa rivalizó con la bastarda española traída por los padres escolapios –al final triunfó la inglesa, lo que supuso el poder de la burguesía frente a la aristocracia– y que su uso fue más comercial que culto.

Organizadores y comisarios definen la caligrafía como “tema central de la cultura”, “el dibujo en estado puro”, capaz de convertir la escritura en arte liberal. En España se desarrolla con rasgos y características propias. A mediados del XVI se publican los primeros tratados y manuales. Uno de ellos, tal vez el más apreciado, es el de Juan de Icíar, editado en 1548, que figura en esta exposición. Es entonces cuando el oficio de calígrafo convierte al escribano en autor. Su arte, como se afirma en el catálogo, se desarrolla con la escritura, que añade al contenido del texto la belleza del dibujo y su trazo. Al calígrafo se le reconoce como artista y se le diferencia del escribano, copista o secretario. Entre los más famosos se cita a Pedro Díaz Morante, por la magnitud e importancia de su obra.

Hay verdaderas joyas entre las piezas que se exponen. Además del ya citado de Juan de Icíar, se muestran los manuscritos de Marcos Fernández de Roelas –Cuadernos de caligrafía–; los de la colección de Rico Sinobas, entre los que están los escritos de Morante –El ate de escribir–;  Zabalas –Muestras originales–; los Moyas –Escuela de rasgos y varios originales–; Aznar de Polanco –Arte nuevo de escribir por preceptos geométricos y regalas matemáticas– y Francisco Lucas (Arte de escribir).

La exposición se complementa  con una muestra de caligrafía contemporánea que puede visitarse en una de las salas del museo, en la planta baja, donde han reunido varios ejemplos de la aplicación de la caligrafía moderna al diseño gráfico. Son logotipos, marcas comerciales, fuentes tipográficas, grafitis… La caligrafía va incluso más allá del papel, hasta llegar al cuerpo humano.

Abierta hasta  31 de enero. MPR 

Bellezas de la caligrafía, de Ramón Stirling, 1864. BNE
Juan Claudio Aznar Polanco. Arte nuevo del grabado por preceptos geométricos y reglas matemáticas
Pedro Diego Morante, Arte de escribir, 1776. Biblioteca Nacional.