«Del lado de los Lakota, no del 7.º de Caballería»
Mañana se inaugura la exposición La memoria colonial en las colecciones del Thyssen-Bornemisza. Se han reunido 75 obras procedentes de los fondos del Museo Thyssen-Bornemisza, la Colección Carmen Thyssen y TBA21. Está comisariada por Juan Ángel López-Manzanares, conservador del museo y director del proyecto; Alba Campo Rosillo, historiadora del arte independiente; Andrea Pacheco González, comisaria independiente y directora del espacio FelipaManuela, y Yeison F. García López, director del centro cultural Espacio Afro. Permanecerá abierta hasta el 20 de octubre.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se suma a los esfuerzos de la historiografía por crear un relato más completo de la historia del arte con La memoria colonial. Este es el año de lo decolonial en nuestro país, pero como ha explicado Guillermo Solana, director artístico de la institución, durante la presentación de la exposición: «A veces parece que esto es una cosa de anteayer, pero empezó hace más de medio siglo, hacia 1970, antes incluso de que naciesen muchos de los hoy presentes».
La propuesta –que ha levantado algo de polvareda incluso antes de su inauguración por si el tema viene o no a cuento– reúne 75 obras de lo que se ha denominado las colecciones Thyssen-Bornemisza, formadas por los fondos del museo, la Colección Carmen Thyssen y el TBA21.
La línea argumental que han construido los comisarios es una de reconciliación con el pasado de explotación de los territorios de ultramar por parte de Europa desde el siglo XVII. Abreviando, crea un discurso en oposición al eurocentrismo en la historia del arte.
En cuanto a la polémica, Solana ha defendido que «todos estamos del lado de los Lakota masacrados, no del 7.º de Caballería. No conozco a nadie que admire las acciones de los ingleses en la India o los belgas en el Congo ¿Qué tiene que ver colonialismo con arte? Yo estoy convencido de que el arte tiene que ver con todo. Cuando comisarié Lo oculto en las colecciones Thyssen-Bornemisza, llena de temas excéntricos, nadie protestó».
También ha puntualizado que descolonización no significa restitución. Una pedagogía necesaria en el clima actual crítico con el término, que muchas veces se queda en un análisis etimológico.
Como con otras luchas ideológicas modernas, quizá la amplitud del significado del término no está reflejada de manera intuitiva en el nombre que la engloba. La oposición a los esfuerzos decoloniales, si quiere ser tomada en serio, debería ir más allá de la lingüística.
En cuanto a una posible injerencia por parte del Gobierno tras las declaraciones de Ernest Urtasun instando a la descolonización de los museos, Solana ha dicho que «quien sugiera que esta exposición es fruto de un dictado del poder actual o de la coyuntura, o es un ignorante o actúa de mala fe. Nunca he recibido instrucciones de ningún miembro del gobierno. Además, todavía no he tenido contacto con el actual ministro de Cultura».
Dejando de lado la guerra cultural que rodea a la muestra lo cierto es que, a lo largo de sus salas, más que un reproche al pasado, lo que se puede contemplar es un registro de la posición que se dio a las minorías étnicas y culturales en la Edad Moderna.
Desde el puro y duro exotismo –La toilette de François Boucher–, pasando por la propiedad privada –Retrato del Conde Fulvio Grati de Giuseppe Maria Crespi– o por el attrezzo –Bodegón con aguamanil, frutas, copa nautilo y otros objetos de Willem Kalf–, hasta la progresiva ganancia de individualidad (Retrato de un hombre de la isla de Dominica (¿) del círculo de Joshua Reynolds).
La exposición se divide en seis secciones: Extractivismo y apropiación, La construcción racial del “otro”, Esclavismo y dominación colonial, Evasión a nuevas arcadias, Cuerpo y sexualidad y Resistencia: Cimarronaje y derechos civiles.
El Thyssen no solo traza una historia social y económica del uso y abuso de los pueblos y paisajes colonizados, sino también artística, con la fuerte inspiración que tuvo el llamado “arte tribal” en los postimpresionistas y las vanguardias (como en Cabeza de muchacha de Paul Gauguin o Estudio para la cabeza de ‘Desnudo con paños’ de Picasso). El lugar exótico y la población oprimida se convirtieron en sinónimo de libertad en las mentes de los artistas, que buscaban huir de una civilización que encontraban opresiva.
Además, gracias a las 17 obras procedentes del TBA21, la cronología se extiende hasta nuestros días. Los autores de esas piezas ya no son observadores, son el “otro”. Obras como la serie de fotografías Etnografía blanca de Paulo Nazareth, el vídeo Harén de Inci Eviner o la obra de la serie Lluvia dorada / Pardo es el papel de Maxwell Alexandre son ejemplos de este cambio.
La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza podrá visitarse hasta el 20 de octubre.