Consuelo Kanaga desembarca en Europa
El centro KBr Fundación MAPFRE Barcelona inaugura la primera retrospectiva de la fotógrafa estadounidense en nuestro continente. Podrá contemplarse hasta el próximo 12 de mayo, y supone un repaso exhaustivo por la carrera de la artista, haciendo especial hincapié en su dimensión social y en su habilidad para el retrato.
Las fotografías de Consuelo Kanaga han pasado a la historia por enfrentar a sus contemporáneos con realidades incómodas que, sin embargo, se les presentaban a modo de retratos naturales e íntimos, alejados del dramatismo. Destaca especialmente su interés por la situación de la mujer, la clase obrera y la comunidad afromericana en el Estados Unidos del siglo XX.
Hija de un abogado y una escritora, el hecho de que ayudara a sus padres en sus labores de redacción desde muy temprana edad determinó su decisión de convertirse en periodista. También influyó en su habilidad para narrar la historia, tan presente en su obra fotográfica.
A los 21 años empezó a trabajar en el San Francisco Cronicle, donde conoció a grandes fotógrafas de la época, como Dorothea Lange o Imogen Cunningham. Dos años después de entrar al diario, comenzó a formarse en el ámbito de la fotografía por la necesidad de añadir imágenes a sus artículos. Al principio, Kanaga acompañaba al responsable de ilustrar sus reportajes, dándole ideas y ofreciéndole puntos de vista interesantes.
El resultado era tan positivo, que pronto el director de la publicación la animó a aprender el oficio desde cero y así, a los 23 años, se convirtió en una de las primeras mujeres contratadas como fotógrafa por un periódico en Estados Unidos.
Sin embargo, tuvo que esperar hasta llegar a la revista Camera Work, de Alfred Stieglitz, para desarrollar un trabajo más personal y artístico. Ya desde su etapa de fotoperiodista, la carrera de Kanaga estuvo fuertemente vinculada con colectivos oprimidos o marginados, y también en su faceta más creativa convirtió a estas personas en el foco de atención.
Destacó, especialmente, su defensa de la población negra, siguiendo con la corriente del denominado Renacimiento de Harlem. Este movimiento surgió entre la década de los 20 y los 30, impulsado por Alain Locke. Su finalidad era dar voz a la creaciones artísticas realizadas por autores afroamericanos, así como establecer líneas de pensamiento filosóficas relacionadas con la negritud.
A su vez, esto llevó a escritores y fotógrafos blancos a implicarse con el colectivo y ensalzar sus creaciones. Consuelo Kanaga, por ejemplo, se encargó de fotografiar a muchos de los protagonistas del movimiento, como el poeta Langston Hughes.
Para ello hizo uso del retrato, el género que más dominaba, y que también desarrolló de forma profesional, hasta el punto de inaugurar varios estudios a lo largo de su carrera para ganarse la vida. En ellos, tomaba fotografías de personas adineradas, lo cual le valió para mantenerse tanto a sí misma como a sus parejas sentimentales. Por otro lado, la autora que ahora podemos descubrir en la muestra de KBr Barcelona destacó también con sus representaciones de la clase obrera estadounidense. Trabajó para diversas publicaciones de izquierdas, y se afilió a la Photo League, cooperativa de fotógrafos con ideas afines que creían en el poder de los reportajes como herramienta de denuncia social.
El tercer pilar sobre el que pivota la dimensión social del trabajo de Kanaga consiste en reflejar el papel de la mujer estadounidense, poniendo en el punto de mira no solo en las afroamericanas u obreras, sino también en sus compañeras de profesión. Tina Modotti o Dorothea Lange, por ejemplo, subrayaron el valor no solo de su trabajo, sino también de sus consejos y del vínculo amistoso que establecieron con ella.
La muestra del centro KBr recoge, de forma exhaustiva, el trabajo que la artista realizó durante seis décadas. Es la primera gran retrospectiva que se celebra de Kanaga no solo en España, sino en toda Europa. Cuenta con casi dos centenares de fotografías, y a ellas se suma material documental. A pesar de que gozó de gran popularidad en vida, su figura ha quedado relegada a un segundo plano en la memoria colectiva, opacada por otras artistas, seguramente debido a su poco interés en la autopromoción.
Sin embargo, tampoco pueden dejarse de lado las desigualdades de género y las convenciones sociales de la época. Sin duda, estas dificultaron sus posibilidades de dedicarse por entero a la fotografían artística: a menudo tenía trabajos a jornada completa como retratista, relegando su labor más creativa a los fines de semana. Sofía Guardiola