Pintura, videoarte y cómic por los 150 años de la Academia de España en Roma
El Museo de Bellas Artes de Valencia inaugura su exposición más ambiciosa y relevante del año en la que encapsula siglo y medio de vida de la antigua Escuela Española de Bellas Artes en Roma. Se trata de un recorrido por más de un centenar de piezas de toda índole que refleja la enorme diversidad de la institución, siempre dispuesta a fomentar todo tipo de propuestas culturales.
“Es uno de los proyectos más complejos realizados en esta casa. No ha sido fácil, pero ahí está el videoarte junto a una obra de Sorolla y creo que funciona bien”, anuncia Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia. Se refiere a La huella de Roma. 150 años de la Academia de España en Roma, una muestra que trata de “encapsular” la historia de una institución que en 2023 está de aniversario.
El riesgo, desde luego, era grande. Aunar tal diversidad de piezas de tantos artistas en un único espacio sin caer en el caos era el mayor reto. Pero la comisaria, Mª Dolores Jiménez-Blanco, ha sabido dar coherencia a un discurso que centra su mirada precisamente en la diversidad, el cruce y la mezcla; porque esas son las señas de identidad de la institución que ahora cumple siglo y medio.
Uno de los objetivos de este proyecto surgido hace más de dos años era dar a conocer el trabajo de la Academia en Roma, pues a pesar de su importancia no tiene tanta difusión entre los españoles. ¿Y a qué se dedica exactamente? A la formación humanística, así como al fomento de artes de todo tipo y condición: pintura, escultura, fotografía, gastronomía, filosofía, música, moda, literatura…
Desde su nacimiento en 1873 –entonces bajo el nombre de Escuela Española de Bellas Artes en Roma–, se ha empleado en ofrecer becas, residencias artísticas y los medios necesarios para que creadores, restauradores e investigadores puedan llevar a cabo sus proyectos. Depende del Ministerio de Asuntos Exteriores y ahora que cumple una cifra tan redonda quiere mostrar su labor en nuestro país. “Porque a pesar de ser única y pionera, no es tan conocida como debería”, lamenta su directora (Ángeles Albert). Curiosamente, es la institución cultural española más antigua que existe en el exterior.
La huella de Roma trata de resumir parte de esa labor continuada a través de 113 piezas, la mayoría –un 40% de ellas– procedentes de la propia academia romana.
Están repartidas en un recorrido laberíntico lleno de paneles y rincones que permiten vislumbrar varias obras de diferentes paredes a la vez.
“Hemos querido mostrar cómo hay una realidad que abarca mucho más de lo que habitualmente nos han contado. Todos los autores aquí presentes construyen un relato más rico que la típica imagen del siglo XX de Picasso, Dalí y Miró”, explica Jiménez-Blanco.
Como era imposible mostrar el trabajo de los 1.050 hombres y mujeres que han disfrutado de las becas de creación e investigación durante todos estos años, se ha hecho una selección en la que están incluidos, por ejemplo, Darío Álvarez Basso, Fernando Álvarez de Sotomayor, Irene de Andrés, Juan Baraja o los Benlliure.
Quizá por eso el recorrido huye del orden cronológico y se estructura en torno a cinco grandes conceptos: Faro –que ilumina nuestra historia–, Comunidad –porque viven todos juntos–, Roma –la ciudad que ha ejercido un impacto decisivo–, Viaje –ese que deben hacer los creadores durante su formación–y Taller (entendido como la fábrica donde se producen las piezas).
El último apartado es el que más espacio ocupa. Lógico, si tenemos en cuenta que la Academia de España en Roma se dedica a convertir en realidad los proyectos propuestos. Ahí tenemos a Sorolla e Ignacio Pinazo, pero también a una Blanca Muñoz grabadora, a Pérez Villalta, Isabel Quintanilla e incluso Moneo. También al escultor José Ramón Anda y la pintora Clara Gangutia, pensionados que renunciaron a la beca en 1974 por motivos políticos.
Todo cabe en esta muestra de La huella de Roma, cuyo hilo conductor es la figura humana. Ya sea a través de composiciones puramente académicas de cuerpos desnudos danzantes o más conceptuales, como las muletas de Pepe Espaliú.
Lo importante es condensar la heterogeneidad de piezas, formatos, técnicas, disciplinas y movimientos que han pasado por la Academia de España durante los últimos 150 años. Y volcar toda esa riqueza en el Museo de Bellas Artes de Valencia hasta el 11 de febrero, gracias al trabajo conjunto del centro en colaboración con la Generalitat Valenciana, Acción Cultural Española (AC/E) y la propia Academia a la que homenajea. Felicidades por su labor y por su vetusta edad. Sol G. Moreno