El ingenio de Juan Zamora emerge en Sorigué
La fundación leridana acoge la primera individual del artista madrileño gracias a la exposición titulada La vida en emergencia, una original propuesta donde el arte, la botánica y la tecnología se dan la mano. Media docena de instalaciones y varios dibujos repartidos por los dos pisos de la institución reflexionan, desde el optimismo, sobre la necesidad de cuidar nuestro medioambiente.
Un árbol da la bienvenida al visitante en la exposición de Juan Zamora para la Fundación Sorigué. Está pintado a carboncillo sobre una pared blanca y se exhibe tan solitario y desnudo de hojas, que parece toda una declaración de intenciones de esa vida en emergencia que da nombre a la muestra.
Sin embargo, su sombra proyectada mediante stock motion en el suelo se mueve; el aire mece esas ramas que se agarran a la tierra –y a la vida– con fuerza. Es la naturaleza que emerge, la poesía del mundo regenerándose.
Con esta primera pieza, Zamora rompe nuestros esquemas y prejuicios. Porque, acostumbrados como estamos a las malas noticias y a ponernos siempre en lo peor, dimos por supuesto que la emergencia se refería al imprevisto, al accidente, al problema climático. Sin recordar que, en términos científicos, el principio de emergencia tiene que ver con el surgimiento de la vida a partir de la colectividad y la interacción entre las partes y el todo.
Descubierto el verdadero significado de la muestra, solo resta pasear por las salas y descubrir cada una de las instalaciones concebidas por el artista madrileño, a cada cual más curiosa. Aire, luz, hojas secas, tierra quemada, microorganismos y placas Petri son algunos de los materiales utilizados por el autor, que recurre a técnicas de bioingeniería o entomología para desarrollar sus propuestas creativas.
Ciencia y arte caminan de la mano en el recorrido por La vida en emergencia, un proyecto nacido hace un año, cuando la presidenta de la fundación leridana, Ana Vallés, propuso a Zamora organizar una muestra individual. Ambos ya se conocían desde 2009, cuando la institución adquirió en ARCO una obra del madrileño titulada Soplando una flor.
Esta pieza ha sido el punto de partida de la muestra, que ha ido creciendo a medida que el artista investigaba los ciclos de la vida en la naturaleza: el movimiento de la luna alrededor de la Tierra, la deforestación, la vida microscópica, la bioluminiscencia… Esos continuos procesos de transformación le han permitido abordar temas como el amor, la muerte o la regeneración.
“Juan Zamora canaliza, a través de su obra, la necesidad común de entender la vida. A partir de la biología plasma, desde una perspectiva poética, temáticas universales”, destaca Ana Vallés. Son trabajos cargados de mensaje, pero también de una gran belleza.
Uno de los asuntos más acuciantes sea, quizá, la pérdida de biodiversidad en el planeta, como vemos en Every missing flower. Presenta una colección de 109 dibujos de plantas en peligro de extinción en Cataluña instalados sobre una pared oscura con algunos huecos entre medias. “Son los vacíos que dejan las especies ya extintas, como las que se muestran en esa otra pared”, explica el artista.
El mensaje resulta abrumador: cuatro de cada diez plantas están en peligro de extinción, según el estudio botánico elaborado a partir de los datos ofrecidos por el gobierno catalán. ¿Pero qué pasaría si el desastre fuera evitable? La esperanza aparece en forma de flor –spirodela polyrhiza encontrada en 2017– que se exhibe orgullosa sobre una tercera pared.
Otra de las instalaciones, The Wormholes, aporta un componente musical. Con un soporte tan delicado como las hojas de un árbol secadas y horadadas de surcos dejados por los escarabajos, crea una hilera que se desarrolla por la mesa y trepa hasta el techo. El artista ha interpretado esos huecos dentro de un pentagrama y los ha convertido en melodías que se desarrollan en cajas de música.
Zamora se atreve incluso con el cultivo de aire y luz, a través de placas Petri que alojan microorganismos en Cultivar el aire, un trabajo que irá mutando a medida que pasen los días. También teje el tiempo en «el trabajo más conceptual» del recorrido, donde dos relojes unidos por un hilo giran en direcciones opuestas y vaticinan ese momento en el que quedarán detenidos.
“La exposición tiene que ver con el cuidado de la vida y las cuestiones medioambientales, desde la poética que permite el arte y el análisis que ofrece la ciencia. Es como un paseo por la naturaleza que alerta sobre las problemáticas medioambientales e invita a pensar en el futuro pero en positivo”, afirma el artista. Una mirada consciente y optimista que puede descubrirse en la Fundación Sorigué hasta el 17 de diciembre. Sol G. Moreno