Cuando el arte fue una fiesta de utopía y máscaras
El libro Amigos, disfraces y comunas de Julia Ramírez-Blanco aborda las hermandades decimonónicas relacionadas con las artes, desde los prerrafaelitas a los «nazarenos» en Roma. Es un ensayo que ahonda en la teatralidad de estas comunidades, que dejaban crecer su pelo y su barba, imitaban el estilo de vida de los monjes medievales, contactaban con los espíritus y forjaban entre ellos amistades intensas y tormentosas.
Togas típicas de la Antigüedad Clásica, cabellos largos, atuendos de carácter espiritual, retiros en monasterios alejados de la civilización, juramentos y otros pactos de hermandad son algunos de los elementos que comparten los distintos grupos de artistas que Ramírez-Blanco ha analizado en su libro titulado Amigos, disfraces y comunas: las hermandades artísticas del siglo XIX.
Con él busca, en primer lugar, realizar un estudio específico de este tipo de agrupaciones de creadores con pretensiones utópicas, que en muchos casos acabaron desembocando en el socialismo, y que parecían ser una nueva y romántica forma de entender los gremios medievales.
Algunos de ellos entendían sus comunidades como una especie de secta, otros tenían la pretensión de lograr vivir como monjes medievales y había incluso quien utilizaban prácticas en aquel momento en boga para enriquecer su contacto con el Más Allá. Pero todos tenían en común su pretensión de hacer arte y vivir en comunidad, algo que acabó influyendo en el contexto social, político y artístico posterior.
Hasta ahora, solo existía un volumen en lengua inglesa que trataba específicamente las hermandades artísticas decimonónicas, titulado Artistic Brotherhood in the Nineteenth century. Este agrupaba textos de varios expertos, pero no abordaba de manera profunda ni sistemática el asunto que más interesa a Ramírez-Blanco: el carácter performativo que se aprecia en el estilo de vida adoptado por dichos grupos; sus extraños atuendos, sus uniones profundas y su vinculación con lo esotérico, lo religioso o lo místico, todo ello escapando de las creencias y los modelos sociales más tradicionales de la época.
Partiendo de que cualquier sociedad tienen una serie de ritos como los matrimonios, las graduaciones de estudiantes, la primera comunión o los torneos deportivos, la autora explora qué hábitos se dieron en estas hermandades y cómo afectaron a las obras que produjeron. Ahonda también en las teorías sociales que nacieron a partir de las experiencias comunales, relacionándolas con el contexto socio-político de la época y con los tiempos posteriores, llegando incluso hasta nuestros días, en los que la performance tiene una gran importancia en el panorama cultural.
Sorprende especialmente cómo muchas de las costumbres que adoptaron estos grupos se están popularizando también a día de hoy, no solo en el arte, sino en la vida diaria. Esto tiene sentido si tenemos en cuenta que en nuestra sociedad las nuevas tecnologías han aumentado el público potencial del individuo exponencialmente, de la misma forma que lleva a cabo actos de forma performática, actuando para proyectar una determinada imagen de sí mismo que, en cuestión de segundos, puede llegar a cualquier rincón del mundo.
Los Méditateurs franceses, por ejemplo, fueron un grupo de aprendices del pintor Jacques-Louis David que adoptó el vegetarianismo, dieta que ya proliferó entre los movimientos contraculturales del pasado siglo, pero que hoy en día es quizá más popular que nunca.
Por su parte, del grupo Prerrafaelita —posiblemente el más conocido— surge una hermandad femenina donde la creación artística ocupa un lugar tan importante como la lucha por los derechos de la mujer. Este tipo de agrupaciones siguieron vigentes durante los siglos posteriores, como demuestran las Guerrilla Girls de los años 80, cuya pretensión era visibilizar el papel desfavorecido de las mujeres y las personas de color.
Los primeros capítulos del libro describen y analizan una por una las principales hermandades de artistas, haciendo una narración en el tiempo de cada una de ellas (aunque algunas apenas persistieron en el tiempo). Los siguientes, se centran en corrientes posteriores que se vieron influidas especialmente por estas comunas románticas y utópicas.
La investigación es rigurosa y minuciosa. No escatima en información ni detalles, pero resulta sumamente amena. En muchos casos, además, ofrece anécdotas y curiosidades poco conocidas de los protagonistas, así como documentos gráficos inusuales. Entre ellos se encuentran los dibujos espiritistas de Anna Mary Howitt, un extraño boceto y poema de Dante Gabriel Rosetti sobre la muerte de un wombat —atípico mamífero que solo se encuentra en Australia—, o un retrato del pintor nazareno Franz Pforr ejecutado por uno de sus compañeros, en el que aparece una ventana a través de la que se ve un paisaje imposible, pues combina edificios situados en Francia y Alemania. Sofía Guardiola