Paula Rego: humana, universal y subversiva
La obra de esta pintora, grabadora e ilustradora portuguesa se ha caracterizado siempre por el activismo, ya sea político o feminista. Con 87 años y un museo propio en Cascais, esta narradora de historias ha buceado entre sus miedos, monstruos y filias para crear un lenguaje que va directo a las entrañas. Ahora el Museo Picasso de Málaga repasa su trayectoria con una muestra compuesta por 80 obras que es el mejor homenaje en vida para la artista.
Apenas dos días después de la Revolución de los Claveles, la obra de Paula Rego late con fuerza en las salas del Museo Picasso de Málaga. De hecho, su obra Salazar vomitando la patria (1960) –o Homeland, título alternativo para sortear la censura– es una de las primeras en dar la bienvenida al visitante, que enseguida percibe la rebeldía y desazón que inundan el trabajo de esta autora inclasificable.
Sus obras a menudo resultan perturbadoras, quizá porque Rego (Lisboa, 1935) siempre ha creado desde las tripas, desde las entrañas de su ser. A sus 87 años, ha sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, a la dictadura, una depresión, la enfermedad de su marido y, más recientemente, la COVID-19.
Comenzó a pintar a los cuatro años, cuando descubrió su vocación y todavía hoy, desde su silla de ruedas, se atreve a coger el lápiz. Porque dibujar ha sido su pasión y su forma de expresión, yo diría que incluso su manera de relacionarse con el mundo: recortando figuras de manera violenta para sus collages durante el Estado Novo portugués, ideando seres mágicos y surrealistas para hacer frente a sus temores –»recuerdo que cuando era muy pequeña todo me daba miedo»–, pintando grandes pasteles sobre mujeres frágiles o empoderadas…
Todo ese singular y personalísimo universo cobra vida en el Museo Picasso, gracias a una retrospectiva organizada junto a la Tate Britain y el Kunstmuseum Den Haag que recala ahora en Málaga (tras su paso por Londres). El recorrido plantea un paseo por seis décadas de trayectoria donde la artista se perfila como una de las creadoras contemporáneas más originales, prolíficas y combativas de nuestro tiempo.
La suegra de Ron Mueck y aspirante al Premio Turner 1989, ya tuvo una gran exposición en nuestro país gracias al Museo Reina Sofía (2007). Esta vez es el Museo Picasso quien fija su mirada en ella, dentro de su apuesta por las creadoras femeninas del siglo XX con monográficas como las dedicadas a Sophie Taeuber-Arp (2009), Hilma af Klint (2013) o Louise Bourgeois (2015).
Nick Willing, hijo de Rego, manifestó ayer su agradecimiento por esta gran retrospectiva comisariada por Elena Crippa y se felicitó de que en 2023 haya más de una veintena de exposiciones programadas sobre su madre. Un detalle paradójico, porque esa abundancia es completamente inédita. ¿La razón? «A los hombres les pagaban más y las mujeres se quedaban embarazadas», comentó en el pasado la propia artista.
El presente, sin embargo, es esta monográfica que refleja fielmente el trabajo de la autora a través de 80 obras entre collages, pinturas acrílicas, pasteles en gran formato, dibujos, aguafuertes, planchas de grabado y cuadernos (además de una muñeca de trapo, modelos que solía utilizar para algunas de sus pinturas como El hombre almohada). Todo ello sirve para poner de manifiesto la riqueza técnica de su arte, así como sus numerosas referencias; desde el cómic, la ilustración y la publicidad, hasta la literatura o la pintura de historia.
Paula Rego recorre seis décadas de producción y experimentación en torno a la figuración, más o menos esquemática, surrealista, expresiva o realista según le cuadre. Pero hay tres elementos que siempre permanecen constantes: su humanidad –todas las composiciones las protagonizan figuras–, su universalidad –al tratar temas como la discriminación, la familia o la sexualidad– y su actitud subversiva (fue incapaz de conformarse con lo que se suponía debía hacer).
A lo largo de su carrera, se ha mostrado fascinada por la narración de historias, propias o inventadas, hasta el punto de que su hijo la define como «una yonqui de las historias». Ella misma confesó en una ocasión que le encantaban: «Me gusta socavarlas, como cuando deseas hacer daño a la persona que quieres».
Una idea un tanto peculiar que ayuda a entender trabajos tan inquietantes como El baile, para el que Nick posó como modelo de su padre cuando este ya había fallecido de esclerosis múltiple, o Mujer perro, donde la autora da rienda suelta a su propio dolor. La serie Aborto refleja la soledad de las mujeres en un momento en el que esta práctica estaba prohibida en Portugal, mientras que Posesión indaga en la enfermedad mental a raíz de sus sesiones de psicoanálisis.
Los últimos trabajos, fechados ya en el nuevo siglo, tratan cuestiones tan actuales como la guerra, la ablación femenina o la trata de blancas. Completa el recorrido una vitrina donde se presentan varios cuadernos de bocetos de la artista, quizá su producción más íntima, así como un par de planchas de grabados.
Para José Lebrero, director del Museo Picasso, esta es una ocasión excepcional para conocer a una artista «amplia, compleja y muy fecunda» que convirtió su trabajo en una metáfora para entender su propia vida. Porque acercarse a su obra es como asomarse a cada uno de los capítulos de su biografía, desde la rebelión política inicial hasta la pérdida de su marido (de quien conserva una carta de despedida donde le instaba a seguir creando sin ataduras). Libre y liberada; así es el trabajo de Paula Rego, que ahora puede visitarse hasta el 21 de agosto. Sol G. Moreno